Comienzos del siglo IX. Reinaba Alfonso II el Casto en la zona hispana, con capital en Oviedo. Fue en 813 cando el anacoreta Pelagio, después de la misa en la iglesia de San Fiz, observó unos fulgores que producía un campo de estrellas bajadas del cielo. Se lo comunicó a su obispo, Teodomiro, en Iria Flavia, y concluyeron que allí estaba el sepulcro del apóstol Santiago, enterrado por sus discípulos, poniéndolo en conocimiento de Alfonso II, Rey de Asturias y Galicia, que a Compostela vino confirmar que los restos encontrados en San Fiz de Solovio eran los del Apóstol Santiago, erigió en 814 la primera iglesia, potenció el culto, y promovió la primera corriente de peregrinación desde Oviedo hacia la ciudad que nacía y que el Rey quería que fuese "réplica fiel y exacta de la ovetense". El monarca se encargó de difundir la buena nueva por toda Europa, por lo que muy pronto comenzaron a llegar peregrinos que convirtieron a Compostela en la tercera ciudad santa de la Cristiandad. La peregrinación (la primera, la del propio Rey) seguía un camino corto, rápido, rectilíneo... un itinerario conocido desde los albores de la historia, que luego sería conocido como Camino "asturiano del interior". Partía, precisamente, de la capital del Reino, de Oviedo, donde estaban las reliquias del Salvador que el Rey había mandado traer de Jerusalén. Quedaba establecida así la comunicación histórica entre las tres grandes ciudades del noroeste peninsular al comienzo de la Reconquista: Oviedo, primera capital del reino cristiano; Lugo, primera ciudad gallega, y Compostela, destino de las peregrinaciones del Finisterre atlántico. En las "Partidas" de Alfonso El Sabio, se define a los peregrinos como aquellos que "andan en pelerinaje a Santiago, a San Salvador de Oviedo o a otros lugares de luenga e de extraña tierra". Dejándose oír la interesada afirmación de que "Quien va a Santiago y no a San Salvador, visita al criado y deja al Señor". De hecho, es importante y ancestral el apoyo entre los caminos de San Salvador de Oviedo -con la tradicional romería a la Cámara Santa- y la ruta jacobea primitiva, retroalimentándose como itinerario de ida o de vuelta a Compostela. Aquí llegaban peregrinos del Norte de España y de toda Europa, pero no puede entenderse el Camino Primitivo como una continuación. El primero de los Caminos comienza aquí. En la "Historia General de España", que Mayerne Tourquet publica en 1635, cuando habla del reinado de Ramiro I, entre los años 842 y 850, afirma que "En tiempo de este rey comenzó a extenderse por todos los pueblos europeos la fama de los milagros hechos por Santiago de Compostela, de tal manera que muchos peregrinos acudieron por tierra y por mar de todos los rincones de la Cristiandad". Cuando la capital se desplaza a León, ya en el siglo X (910), el actualmente conocido como Camino Francés cobra carta de naturaleza, favorecido por la nueva situación política, consolidándose en el transcurso del siglo XI por la acción de Sancho el Mayor y Alfonso VI en sus respectivas zonas de influencia. De todas formas, el nombre de Camino Francés no es privativo del que en la actualidad lo ostenta, y el Camino Primitivo se ha conocido en tiempos como Camino Francisco, Camiño de Ovedo, Camino Francés de Oviedo, o Camino Francés de Asturias, tronco y matriz del camino mesetario, que viene siendo la rama fundamental de aquel itinerario iniciático. Xosé Sesto señala que "todos los caminos que conducían al Sepulcro del Apóstol eran conocidos en Europa como Camino de Santiago y, en España, como Camino Francés. Abierta la ruta del sur, ya no sería el Primitivo el camino más frecuentado, pero siguió siendo utilizado durante siglos. Oviedo (con las Reliquias de la Cámara Santa) seguía siendo un lugar muy importante de peregrinación, y tuvo una gran relevancia la prolongación histórica del Camino Primitivo por la Strata Sancti Salvatoris o Camino astur-leonés, de León a Oviedo, así como el dilema en el que se encontraron las peregrinaciones medievales llegando a León: Seguir la vía antigua a Oviedo, o la nueva por O Cebreiro... Nos queda el dicho popular de "Estar entre San Marcos y La Ponte". |
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